jueves, 3 de septiembre de 2009

El restaurante, la comida, la canción, y... Las moscas tirando

Esto que les voy a contar puede resultar bastante cómico para alguien, pero no tanto para mí, aunque a decir verdad, llegué al punto de reírme de mi desgracia y por tal motivo es que escojo semejante historia para contarla.

Bueno, todo comenzó a la hora del almuerzo, el estómago se me revolvía en gruñidos de hambre, el calor, la silla incómoda y anti-ergonómica en la que me encuentro me tienen mal, la soledad, el desamor, los trabajos por presentar en la universidad, y en fin… el medio día es la hora en la que tus contactos de Messenger casi nunca te responden, pues todos dejan su sesión online (los que permanecen online, eso es harina de otro costal, y por lo tanto un cuento futuro) se van a almorzar, y si por cosas de la vida, tu no fuiste a almorzar, pues te quedas aún mas solo. Pues como debía suceder, allí solo me encontré, y decidí ir a almorzar.

La cuestión del almuerzo es bastante compleja para un estudiante de universidad pública, y más en una universidad donde creen que uno es millonario y la injusticia reina en cada esquina. Mientras el verdadero millonario paga cien mil pesos de matrícula, le dan comedores, y feliz de la vida llega en carro a almorzar, hay otros (como yo) que pagan poco menos de 1 millón de matrícula, no tienen acceso a comedores y por supuesto, el día que se almuerza hay que decidir muy bien dónde ir. Aquí comienza mi historia.

No sé por qué, seré estúpido tal vez, o masoquista, pero al único restaurante que se me ocurrió ir, fue al que siempre desechábamos con mi última novia, no pensé en ello hasta que me vi almorzando completamente solo, triste, y sin que la comida me bajara con agrado… llegué al restaurante, pedí carne a la plancha, la cual generalmente pido, y garbanzos. Luego entró un señor de edad, y se sentó en la mesa que quedaba a mi espalda (cabe añadir que el restaurante estaba totalmente solo), sin que me acabaran de tomar el pedido, solicitó carne en bistec, y frijoles rojos, como el típico cliente prepotente con el dinero suficiente para un almuerzo ejecutivo, como todo en éste país (eso es harina de otro costal, y por lo tanto un futuro cuento). El problema comenzó cuando le sirvieron primero la sopa al señor, pues iba en un plato normal, y enseguida me la trajeron a mí, en una tasita, como si mi sopa fuera más económica, o tal vez porque era la primera vez que comía allí en mucho tiempo. Yo, muy decente, y poco conflictivo, pues me tragué mi rabia junto con mi sopa, perdón… ¡sopita!!!

Allí no termina todo, no señores, pues en medio de mi soledad tantas veces mencionada, el restaurante tristongo, solo, y con mi sopita, comienza a sonar una canción de Tranzas, debes buscarte un nuevo amor, creo que se llama (harina de otro costal), y no manches… pues acabé mi sopita, y me llevaron el plato fuerte, ¡el seco!... y bien seco que si estaba, los garbanzos duros, la carne seca, el arroz duro, y plátano verde, obviamente seco, y pues ya entrado en comida, pues seguí alimentando mi triste estómago, cuando faltaba lo que faltaba…

En medio de mi despecho, mi decepción de la comida, del sitio, del ambiente, casi entrando en la depresión, pasaba la gente y no miraba hacia dentro del restaurante, como para tener un poco de contacto humano, al menos del tipo ocular, observo dos jóvenes siluetas oscuras encima de una silla, menándose, jadeando, y disfrutando de ese espectacular ambiente, no había nada más y nada menos que dos moscas… ¡tirando!!... y lo peor era que nunca en mi vida vi una mosca, tirando con otra mosca… no sé si eran lesbianas como está de moda, o quien sabe que, no sé si es que los moscos (si existen), son iguales a las moscas, siempre creí que no… pero allí estaban, muy felices en la silla que estaba frente a mí, burlándose de mi desdicha, y comiendo en frente del pobre… pues que bueno, porque en medio de todo lo que tenía, al imaginarme que hasta las moscas estaban más felices que yo, me causó mucha gracia, y por poco suelto la carcajada en mi interior, y digo en mi interior, porque también me di por cuenta que me había quedado “echando globo” añorando las épocas que ya había perdido. Al terminar mi almuerzo, me cobraron cuatro mil pesos, por un almuerzo que no lo valía. ¿o si?

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